La Historia y Evolución de la Limpieza


El punto de partida se ubica en Mesopotamia, considerada los inicios de la civilización. Los antiguos sumerios, alrededor de 25 siglos antes de Cristo, descubrieron el jabón casi por accidente. La combinación de grasa animal y cenizas o restos calcáreos, que se mezclaban en las orillas de los ríos después de los sacrificios y fogatas, generaba una sustancia que resultaba muy útil para la limpieza del cuerpo y de los objetos.

En Egipto y Roma la higiene era fundamental. Los egipcios se bañaban en el Nilo, usaban jabones caseros, perfumes y ungüentos para el cuidado de la piel. Los romanos desarrollaron baños públicos, acueductos y letrinas, donde la limpieza era un hábito social. En ambas culturas, los esclavos cumplían un papel clave en mantener la higiene y la limpieza de los hogares y espacios comunes.

En la Edad Media la higiene no desapareció por completo. Era común lavarse manos y rostro a diario, los monasterios tenían lavatorios y aún existían baños públicos. La nobleza usaba bañeras con aceites y hierbas, y los médicos recomendaban el baño como beneficio para la salud.
La Revolución Industrial marcó un punto de inflexión en la higiene: las epidemias urbanas impulsaron reformas sanitarias y avances científicos que consolidaron la limpieza y la salud pública como prioridad social.

Finalmente, en el siglo XIX se desarrolló una auténtica revolución higiénica. Las ciudades incorporaron sistemas de agua corriente, alcantarillado, recolección organizada de basuras y retretes modernos. Estas mejoras, impulsadas por el movimiento higienista y las reformas urbanas, transformaron la salud pública y marcaron un antes y un después en la vida urbana.
